viernes, junio 05, 2009

Salir del armario 2

Qué difícil es madurar, sobre todo cuando toda tu vida has tenido la suerte de poder apoyarte en un montón de gente que estaba ahí simplemente para hacer la vida mejor para tí. Parecía que era un derecho innato pero el tiempo coloca las cosas en su sitio.

El otro día por fin hablé con mi padre de que era homosexual. Había pasado mil veces por mi mente el fatídico momento. Había imaginado abrazos, gritos, insultos, lágrimas... Pero las cosas casi nunca son como las imaginamos. Al igual que mi madre, mi padre se quedó callado un momento, respiró y me comentó que a él no le gustaba la situación, que creía que la vida para mí se había complicado más de lo normal, pero que a pesar de ello, él estaría ahí para apoyarme.

Creo que una mala reacción de mi padre me hubiera hecho sentirme cómodo en la situación, porque me hubiera permitido sentirme bien conmigo mismo y expresar mil cosas, es decir, si me hubiera gritado, yo le hubiera gritado a él diciendole que estaba agusto conmigo mismo y que me sentía muy orgulloso y que yo era así y punto, pero las cosas ciertamente no ocurrieron así. La decepción en los ojos de mi padre se ha quedado en mi mente durante unos días. Mi plan B si mi padre no lo aceptaba era explicarle todo, pero más bien me lo explicó todo él a mí y no pude replicarle ni una cosa. Vas a ser discriminado, pues sí, aunque quiera engañarme tarde o temprano voy a ser discriminado si no lo he sido ya muchas veces. Tu vida va a ser más difícil que la de los demás, también, tiene razón. Puede afectarme hasta a nivel laboral, de hecho hay leyes para evitar esto que es tan difícil de evitar. En definitiva todo lo que me dijo era correcto. Eres gay y si eres así, te vamos a apoyar, pero no va a ser fácil.

No sé si llamar a esto madurar, lo que sí es cierto es que cuanto más intento ser yo mismo más solo me siento.